A lo largo de toda la semana se celebra
en la mayoría de los pueblos de España, lo que hemos venido a
denominar Semana de Pasión, en la cual los creyentes revivimos y
recordamos hechos acaecidos hace más de dos mil años en Palestina,
en los que Jesús murió, entre horribles sufrimientos, para
redimirnos de nosotros mismos y de nuestro destino.
Pero simplemente, echando un vistazo al
trascurrir de la historia en estos años, sin ser demasiado
inteligentes y queriendo ver, nos podemos dar cuenta de que no hemos
aprendido prácticamente nada o muy poco. Parece que la Historia ha
sido un dejar pasar los años, uno tras otro, habiendo cogido
aquellos elementos que nos dan una mínima cohesión social. El
egoísmo, la envidia, la insidia, el acaparamiento, el materialismo,
la crítica destructiva y otra serie de situaciones no ajenas al alma
humana, campean a sus anchas en nuestra frágil sociedad, cogida por
finos alfileres que parece que en cualquier momento se pueden romper
y esparcir como polen al viento.
Simplemente, podemos fijarnos no ya en
la sociedad en general, sino en la particular, aquella que está más
cerca de nosotros, y por poco que miremos con atención, nos daremos
cuenta de que aquella sociedad en la que la palabra honor era algo
mágico, algo que daba hechura a las personas, y a las sociedades, se
ha ido diluyendo como un azucarillo en un vaso de agua.
Y no digamos de nuestros políticos,
que hacen bandera de la mentira, de la falsedad, del embuste, del
interés partidista, que obliga a inclinar la balanza siempre hacia
el mismo lado, imbuido de oscuros intereses y decisiones obscenas,
aunque quieran ocultarlas con una pátina de sabiduría popular muy
mal entendida. Para ellos, la palabra honor no tiene cabida, es una
palabra inexistente. Egoísmo e interés es su pauta cotidiana.
Para todos nosotros y
especialmente para ellos, se crea o no, la Semana de Pasión es el
momento de reflexión máximo y mágico de todo el año. El momento
de quedar y estar en paz con Dios, si uno es creyente, y consigo
mismo, para aquellos que no lo son. Es el momento de reencontrarse con actuaciones pasadas y lo hecho con anterioridad. Lo contrario es lo banal, lo
intrascendente, lo que pasa en un segundo de tiempo, lo efímero. En
definitiva, una huida hacia adelante.
Foto.- Instantánea del momento en que se está procediendo al levantamiento de las traviesas de la antigua línea de ferrocarril, H.Overa-Almendricos, gracias a la desidia y dejadez de los políticos de entonces. A pesar de que el trazado se pueda utilizar en otros menesteres, en la memoria de las personas de mediana edad quedará este hecho como el gran fracaso de unos políticos partidistas y de una comarca que dejó pasar la modernidad.