A pesar de que la época estival no es
la más propicia para realizar o hacer elucubraciones de carácter
político, los medios tienen que llenar un espacio con el que ofrecer
determinadas informaciones a los lectores, con la finalidad de atraer
su atención. Así mismo, a pesar de que los partidos políticos
tienen una actividad muy ralentizada, esta no se detiene, ni en el
verano, aunque sea de manera soterrada. Conformen pasan los días y
semanas, tras los resultados conocidos de las elecciones europeas, se
empieza a otear cómo se puede quedar, en un futuro
próximo, el horizonte para los distintos partidos políticos.
El Partido Popular sigue deshojando la margarita de la pérdida de votos que continuamente viene padeciendo desde las elecciones generales, aunque parece ser que en menor medida en los últimos meses, debido principalmente a dos razones; la aplicación de medidas de recorte debido a la crisis y que ha incidido, principalmente, en la clase media, granero de votos para este partido de la derecha española. Y las noticias sobre corrupción que ha socavado los cimientos, con razón o sin ella, de esta formación política.
Por otra parte, el Partido Socialista,
el cual no para de caer en un pozo profundo donde lo único que ha
conseguido es perder muchos más votos que los populares y una
pérdida imprescindible de apoyo de la calle. Desde mi punto de
vista, esta circunstancia se debe, principalmente, a la gran
indefinición ideológica y falta de criterio que han sufrido los
socialistas en los distintos ámbitos de poder que han tocado, todo
ello agudizado por la determinación de determinadas federaciones en
impulsar su propia autonomía política, alejado de las directrices
tradicionales de la sede nacional socialista. La llegada de un nuevo
Secretario General y nueva Ejecutiva podría llevar aire fresco a un
partido con una militancia sin objetivos claros y sin horizonte a donde
mirar.
Consecuente con la perdida de
credibilidad de los partidos tradicionales, ha surgido al amparo de
esta circunstancia un movimiento social, denominado Podemos, que al
paso que va se come al resto de fuerzas políticas de la izquierda
radical y menos radical. Ya se está planteando desde la izquierda
radical (el Psoe, por ahora está casi fuera de juego), la unión de
todos aquellos partidos que están a la izquierda de los socialistas.
El objetivo, presentar listas a las autonómicas como una
especie de Frente Popular, al estilo de aquel que se formó en los
prolegómenos de la Guerra Civil (indudablemente ambas situaciones no
tienen parangón posible) y al que podría unirse el Psoe de cara a las elecciones nacionales de 2015, en el
caso de que éste no obtuviese los resultados deseados en las
autonómicas del año próximo. Indudablemente, y en ambos casos, si
esto ocurriese el Partido Popular tendría que decirle adiós al
gobierno de la Nación, el cual estaría ocupado por una serie de
partidos de la izquierda radical, apoyada, muy probablemente, por el Partido Socialista,
y quien sabe, con el líder de Podemos, Pablo Iglesias, de presidente
de la Nación. Parece una tontería decirlo por impensable que pueda
parecer. Pero, cuidado, no lo perdamos de vista. Cosas más
imposibles e improbables hemos visto en este país.
Las consecuencias y riesgos de lo
anterior no podrían calcularse en este momento, aunque sí habría
pistas muy arriesgadas de decir, ya que, como dijo un político muy
conocido en la comarca hace años, “una cosa es lo que se promete y
otra, lo que se hace”.
Aunque esto es una hipótesis, ya dije
hace algún tiempo que España ha tenido unas secuencias cíclicas en
la gobernanza del país a lo largo de toda su historia y todos los
datos inducen a pensarlo por enésima vez. Aunque estos no son de mi
agrado, me gustaría muy mucho equivocarme.
Foto.- Multitudinaria manifestación celebrada el día 15 de marzo de 2003 contra la intervención de España en la guerra de Irak, en la Plaza de la Constitución de Huércal-Overa.