Intensos días se están viviendo por
estos lares con motivo de la celebración de las próximas elecciones
municipales que posibilitará la continuidad o el cambio en los
equipos políticos de muchos ayuntamientos de nuestra provincia.
Días que están propiciando que los nervios afloren como
caparazones inseparables a la enjundia de nuestros políticos.
En muchas ocasiones he pensado en esta
circunstancia. A nuestros políticos parece que les va la vida en
ello. El nerviosismo aflora por todos los poros de sus cuerpos. Y
muchas veces me he preguntado, ¿qué tendrá el poder que tan
ansiosamente es perseguido por los humanos?¿Es como la droga a
los drogadictos que quien lo prueba no puede pasar sin él? ¿Qué
tendrá el poder que vuelve a los amigos contra amigos, vecinos
contra vecinos y familia contra familia?. El poder es algo
momentáneo, transitorio e irrelevante, pero la consecuencia última
es la división que crea en las sociedades, en los pueblos, en los
ayuntamientos y sobre todo, en las familias.
La contienda ideológica que llevan los
políticos a la sociedad es buena intrinsecamente, ya que con ella
podemos ver y conocer las actitudes y pensamientos de aquellas
personas o grupos que quieren dedicarse a nuestras sociedades con
unos determinados fines y objetivos. Pero no todo es relevante e
ideal, sino que en la política aflora lo más descarnado del alma
humana.
Como ejemplo de lo anterior se puede
comentar lo acontecido en nuestro municipio en los últimos días,
que surge como consecuencia de críticas, más o menos exacerbadas,
realizadas por los partidos en los púlpitos que son los estrados de
los mítines políticos, ante una masa de gente que más o menos se
deja influenciar por los mensajes que emanan de las 'gentes
políticas'.
A veces estos mensajes se realizan sin
ningún tipo de lindeces ni límites, impactando de manera directa en
el contrario o sus gentes afines, de manera que producen
enfrentamientos directos, 'cuerpo a cuerpo', con consecuencias
apenas creibles. Y vuelvo a decir lo del principio, ¿qué tiene el
poder que es capaz de llevar a las personas a esos extremos?.
Puedo decir que llevo bastantes años
viviendo en este pueblo, y lo que estoy viendo y oyendo en estas
elecciones, no lo había visto nunca y mucho menos agresiones
personales. La agresividad y el nerviosimo de los candidatos es
altamente patente. Estoy seguro que una parte ínfima de la población
estará disfrutando con los acontecimientos vergonzosos que han
estado sucediendo en el municipio en estos últimos días, pero estoy
seguro que la inmensa mayoría de gentes de este pueblo, habrá
tenido 'vergüenza ajena' por lo acontecido. Esperemos que el día de
la elección no se reproduzcan episodios como los ocurridos.
Anécdota.-
Ya para finalizar quiero contar que
episodios como los actuales y peores ya ocurrieron en los años 90 en
este pueblo. Y una anécdota de entonces. Por aquellos aciagos años
yo era el corresponsal de La Voz, y por lo tanto asistía a todos
aquellos interminables y accidentados plenos que se celebraban en el
ayuntamiento. Cómo estaría el ambiente en las calles que recuerdo a un
grupo de personas del pueblo que cada vez que iba a celebrarse un
pleno me preguntaban con sorna y con tensión en la voz: 'Ginés va a
haber sangre en el pleno, si o no' . Ese era el ambiente que la
política creó en la calle. ¿Aquel ambiente es el que hay hoy?. La
respuesta …cada uno.
Elecciones.-
Cuatro opciones políticas son las que
se presentan para ocupar el sillón de la Alcaldía de Huércal-Overa
el próximo domingo. En su defecto si no hubiese mayoría de uno de
ellos, sería legal una coalición entre dos o más. He dicho legal
porque así lo contempla la ley. La moral y la ética quedan en otro
plano. Cada cual ha tenido cuatro años para evaluar el trabajo de
los partidos presentes, por lo que, como ciudadanos tenemos la
obligación y el derecho de votar a la opción que más cuadre con
nuestros intereses o con los intereses del pueblo. Lo que salga de
las urnas el próximo domingo 24, lo habrán querido los
huercalenses, en cualquiera de los caminos posibles. Siempre he
pensado que el pueblo no se equivoca nunca, excepto que se deje
engañar.